Hoy me toca viajar amigos. Pasar tiempo lejos de mi familia, de mis amigos, de mi zona de confort, en definitiva, me alejo de mi vida. Mucha gente lo podría ver como algo pesimista, algo negativo. Pero yo lo entiendo como una nueva aventura, pienso en las nuevas historias que están por venir y en las nuevas personas que podré conocer.
Cada vez que cojo un avión me pasa por la cabeza el símil entre viajar y superar un hecho traumático en nuestras vidas. Al viajar vivimos una experiencia única que difícilmente nos va a dejar indiferentes, podemos viajar cada semana, cada mes o una vez al año, pero cada vez que viajamos algo relevante ocurre en nuestras vidas. Yo me pregunto: ¿no es este el mismo proceso que vivimos cuando un hecho importante nos sucede?
Me explico:
Llegas al aeropuerto, caminas hacia “Salidas” y notas como en el ambiente no se respira felicidad. Familias que saludan a un ser querido que se va, abuelos que abrazan a sus nietos, enamorados que se besan como si fuera la última vez… Se siente la dificultad del momento, la relevancia del mismo e incluso el traumatismo que conlleva.
Sigues caminando y notas como dejas atrás tu pasado, miras atrás, vuelves a mirar, pasas el arco de seguridad, saludas a los empleados de seguridad y caminas hacia la que será tu nueva vida. Puedes volver a mirar pero eso no hará que todo vuelva a ser como antes, que tu vida sea la que era, incluso te dolerá más y te sentirás peor. Es mejor que mires hacia delante pues no puedes volver, afronta tu nuevo camino y súbete al avión.
El tiempo de vuelo y la estancia en el lugar, pueden equipararse al tiempo que tardamos en adaptarnos a nuestra nueva vida. Puede que hayamos perdido nuestro puesto de trabajo, que hayamos terminado una relación sentimental o cualquier hecho que afecte a nuestras vidas. Por ello, el tiempo que tardemos en asumir que tenemos que seguir, que tenemos que vivir y ser felices lo delimitamos nosotros mismos. Habrá gente que se adapte más rápido, otros lo haremos más lentamente, pero al final, lo asumiremos.
Al aterrizar te das cuenta de que has vuelto, pero no todo volverá a ser como antes. Tu vida no es la misma y en tu maleta no llevas lo mismo que trajiste. Caminas hacia la salida sin saber muy bien a dónde vas, no miras los carteles, solo sigues a la gente. Notas la frialdad del momento, te surgen dudas e incluso tienes miedo. ¿Serás capaz de afrontar tu nueva vida?
A lo lejos ves como las puertas se abren, se vuelven a cerrar, se vuelven a abrir y, finalmente, te descubre la nueva realidad. Ves gente abrazándose, sonriendo, gritando, ves pancartas improvisadas con sábanas, incluso vuelves a ver a los enamorados que se besan como si fuera su primera vez…
En definitiva, estás viendo felicidad. El viaje ya ha terminado y ahora, cruzando estas puertas, debes preguntarte si prefieres mirar atrás y encerrarte en el pasado o mirar hacia delante y atreverte a vivir una nueva experiencia.
Tú eliges, pero recuerda: “Al final todo va a acabar bien y si no acaba bien es que no es el final”
#muerevacio #todovaasalirbien.
muy buen artículo, me has hecho recordar grandes viajes con final feliz
Gracias Manuel, los viajes siempre nos aportan nuevos valores a nuestras vidas, a seguir viajando!