Llamo a tu puerta y espero…uno, dos, tres…no tienes prisa por abrir. Me sabes expectante, te estarás poniendo guapa, para mi, para ti…abres y sonríes tímida, con esa sonrisa que es conocedora de lo que va a acontecer. Por un segundo me veo reflejado en tu mirada, no son tus ojos, ni tu brillo, es la forma en que me veo en ti.
Me abres una cerveza sin preguntar. Eres consciente de que pocas conversaciones entre los dos comenzaron sin cerveza o café.
Dejas que hable, me escuchas paciente, analizando cada palabra, asintiendo y sonriendo a la vez…te acercas a mi, despacio, tan despacio que cada uno de tus gestos retumba en mi. Levantas una mano y me tapas la boca con tu dedo índice. Tan sutil, tan sencillo, tan tú…tan yo. Me maldigo por no tener tus labios sobre mi, callando mis palabras y anticipando esa situación que ambos sabemos va a ocurrir.
Me miras, tan fijamente que te siento dentro de mi, es curioso, normalmente eres tú la que me sientes dentro…mi mente vuela, se dispersa y justo ahí tú comienzas a hablar. Hablas de ti, de mi, de ellos, de todo…Repasas cada tema, cada duda, cada miedo. Yo asiento, mudo, limitado por ese dedo que todavía sigue sobre mi…
Paso horas escuchándote, conocedor de todo lo que dices pero no de cómo lo dices o de cómo te veo decirlo.
De repente paras. Buscas dos cervezas mientras mis ojos se pierden en ti….el tiempo ha pasado pero aún sigo dentro de ti…de mi.
Brindamos y sonríes, te acercas y me besas, suave, lento, me vuelvo a meter en ti, en mi mente, en tus labios…en ti…tú…
Dejas que te toque, por fin, los preámbulos desaparecen, las prisas vienen, te desnudas sola y me miras ordenando que haga lo propio. Nadie habla, sólo hay besos, sudor, calor, tensión. La ropa quema pero no más que tú, que yo. Un golpe, otro, antes tan lento, ahora tan rápido, parece que el respeto del uno por el otro lo perdimos ayer. Tanto tiempo esperando para estar dentro de ti y ahora tenemos prisa por sentir.
Todo se para al fin, respiras, respiro, te alejas de mi y me dices: «Cuándo no sepas qué hacer ven aquí».
El boli se cae, la libreta se cierra y una voz resuena dentro de mi: «Cada vez que entras en tu mente, cada vez que te da por escribir, cada vez que te follas a tu mente es como si te estuviera follando a ti»
Por Pepe Martín: «Esto es lo que siento cuándo entro en mi mente y me pongo a escribir».