Hace años estábamos ahí. Jugando con nuestros reflejos en la pared, observando cómo cada uno de nuestras acciones tenía una consecuencia sobre la pared, sobre nosotros, sobre nuestro futuro ser…
Nuestros padres cenaban animados por el vino, los licores y el café.
Todos corrían y sus sombras se reflejaban, unas tan grandes, otras tan pequeñas, y las últimas desaparecían y volvían a aparecer.
Yo miraba mi sombra, tan pequeña e insignificante frente a la vuestra que mi único sueño era crecer…
Y crecí, crecimos…
Nuestras sombras se alargaban en la pared, cada día reflejábamos menos, cada vez éramos más mayores y dejamos de creer. Mirábamos a las sombras y nos preguntábamos dónde estaba el ayer, dudábamos si meternos en la luz: «no vaya a ser que alguien nos fuera a ver…»
Seguimos creciendo, poco nos importaba ya la pared. Ahora éramos nosotros, creíamos saber dónde alumbrar, cómo y a quién…
Crecimos y dejamos de soñar con ser algo o alguien y empezamos a ser. Una carrera, un examen, una chica/o, esa noche que se convirtió en muchas noches, un trabajo de verano, el primer sueldo, tu sueño de ponerte un traje y parecer algo que creíste ser.
Crecimos y ya no había pared, ni luz, ni balón, ni gente con la que jugar. Cambió todo por una luz artificial, esa que refleja tu pantalla o que calienta tu sien cuándo empieza a anochecer en otro día en el que te volvieron a liar por un sueldo, un estatus o por el sueño de aquel.
Crecimos sin dejar de soñar. Soñabas con ser director, con trabajar 20 horas al día para no saber quién, con esa casa, ese coche, con tu pareja y tu niño o con la pareja de él.
Pero la luz volvió para alumbrarte en la pared. Tu sombra no era ese tú que prometiste ser. Esta vez nadie corría detrás de ti, ni había una pelota para jugar, ni la sombra de tu hermano se proyectaba sobre ti, eras sólo tú, sabiendo que la sombra desaparece al dejar de creer y no al crecer.
Hoy miras tu reflejo y te ríes de él. Levantas un brazo y él responde como ayer. Hoy sigues creciendo, rápido, por si algún día dejas de crecer. Hoy buscas tu luz, no sólo por verte en ella, que también, sino por ver a quién puedes alumbrar con ella y cómo puedes ayudar a otros a crecer.
Los niños no dejan de crecer. Nosotros dejamos de hacerlo. No evites la luz, lo que ella refleja eres tú, y tu sombra depende de lo cerca que estés de ella, de lo cerca que estés de ti…
Por Pepe Martín